22 de marzo de 2010

Día 9 de Movilización – 16 de marzo “Derechos Humanos de las Mujeres”

Campaña electrónica de GCAP del Equipo de Trabajo Feminista
12 Días de Acción sobre las 12 Áreas de Preocupación Críticas de la Plataforma para la Acción de Beijing (BPfA)

“Génerocidio”, “Apartheid del Género” y
“El Gran Imperativo Moral"

Mucho antes de que Eleanor Roosevelt interviniera en darle forma a la Declaración Universal de Derechos Humanos, antes de que se delinearan los “derechos humanos de las mujeres y las niñas” en la Declaración de Viena de la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de la ONU, antes de la revisión de los “derechos de las mujeres como derechos humanos” a principios de la década de 1990, y tiempo antes de que los “derechos de las mujeres como derechos humanos” se convirtieran en el grito unificador de miles de mujeres en Beijing, mujeres y niñas ya levantaban su preocupación sobre la desigualdad de género y la discriminación, las atrocidades indescriptibles de la violencia y las injusticias de género a todos los niveles. Una podría pensar que, luego del desarrollo de herramientas analíticas, políticas, y de instrumentos internacionales de derechos humanos, veríamos, en los albores del siglo XXI, una mejora de lo que es principalmente el quid de la discriminación de género: una desvalorización de la niña que se extiende a una desvalorización de la mujer como seres humanos.

Sin embargo, en el último número de The Economist, vemos que la situación para la supervivencia de las niñas e incluso su nacimiento no están mejorando, en realidad han empeorado. Y aparentemente han acuñado una nueva palabra para designarlo: “Génerocidio”.

“No es una exageración llamar a esto génerocidio. Las mujeres están desapareciendo por millones – abortos, asesinatos, abandono hasta la muerte. En 1990, un economista indio, Amartya Sen, dijo que la cifra era de 100 millones; la cuota es más alta ahora.”

Se sabe, sin embargo, que el abandono y la discriminación impregnan todas las facetas de las vidas de mujeres y niñas. Sylvia Borren, copresidenta de GCAP, lo describe como el “apartheid del género”. En su trabajo, "Justicia de género en lugar de Apartheid de género”, describe la injusticia de género como "una forma atroz del apartheid de género”:

Sí, hay más niñas en las escuelas primarias - pero más del 60% de los 72 millones de niños que no van a la escuela son niñas: así que trabajan largas horas en los campos, como trabajadoras menores en la industria en casa o, a menudo, en condiciones de semi esclavitud en el servicio doméstico.

La mortalidad materna no ha disminuido (medio millón de mujeres muere cada año) en los últimos cuarenta años, y además, hay un contragolpe conservador que enfrenta a quienes luchan por los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y niñas. La violencia contra las mujeres está en la agenda política de la mayoría de los países, pero los niveles de violaciones informadas están aumentando y las más afectadas son las mujeres indígenas, rurales, jóvenes y lesbianas.

La injusticia de género descrita aquí es, en realidad, una forma atroz de apartheid de género. Niñas y mujeres están realizando las formas de trabajo más bajo del mundo, a menudo no remunerado y siempre mal pagado. Están luchando por la supervivencia de sus hijos. Si se les da la mínima oportunidad, derechos, educación y libertad de elección, las mujeres han demostrado, una y otra vez, que son estudiantes exitosas, que tienen menos hijos y más saludables, y que sus contribuciones sociales, económicas y políticas se multiplican considerablemente.

Por cierto, muchas han tomado nota de los últimos artículos del columnista Nicholas Kristof del New York Times, sobre la situación apremiante de las mujeres en el mundo (él y Sheryl WuDunn, ex corresponsal del Times y su esposa, escribieron un libro: “La mitad del cielo: cómo cambiar opresión en oportunidad para las mujeres de todo el mundo”). Kristof ha señalado, en forma elocuente, que en el siglo XIX, el gran imperativo moral fue la lucha contra la esclavitud. En el siglo XX, fue la lucha contra el totalitarismo. Y en el siglo XXI, es la lucha por la igualdad de la mujer.

Combatir la injusticia de género no es sólo el trabajo en la vida de algunos, es la realidad cotidiana de muchas mujeres en todo el mundo. Es momento de hacer un llamado a todos los pueblos del mundo para que asuman el tema como “el gran imperativo moral” del siglo XXI. Como se señala en The Economist:

Y todos los países tienen que elevar el valor de las niñas. Deben fomentar la educación femenina, abolir leyes y costumbres que impiden a las hijas heredar propiedades, hacer ejemplos de hospitales y clínicas con proporciones de sexos imposibles, permitir que las mujeres se involucren en la vida pública – haciendo uso de todo, desde ser presentadoras de televisión hasta policías de tránsito. Mao Zedong dijo “las mujeres sostienen la mitad del cielo”. El mundo debe hacer más para evitar el génerocidio que hará que el cielo caiga estrepitosamente.

Hacemos un llamado a todos los pueblos del mundo para que asuman el tema de combatir la injusticia de género como “el gran imperativo moral” del siglo XXI.

En todo el mundo

La mayoría de las personas sabe que en China y en el norte de la India hay grandes cantidades antinaturales de niños. Pero pocos comprenden lo malo del problema, o que está aumentando. En China, el desequilibrio entre los sexos era de 108 niños contra 100 niñas en la generación nacida a finales de la década de 1980; en la generación de principios de la década de 2000, era de 124 contra 100. La destrucción es peor en China, pero se ha extendido mucho más allá. Otros países del este asiático, incluidos Taiwán y Singapur, estados ex comunistas en el occidente balcánico y el Cáucaso, e incluso sectores de la población de Estados Unidos (por ejemplo, chinos-americanos y japoneses-americanos), todos ellos han distorsionado la proporción de sexos. El génerocidio existe en casi todos los continentes. Afecta a ricos y pobres, educados y analfabetos, hindúes, musulmanes, seguidores de Confucio y cristianos por igual.
– Génerocidio, 4 de marzo de 2010 | De la edición impresa de The Economist

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